viernes, 1 de mayo de 2009

Vinieron papá y hermano, la visita familiar se completa y la niña felicidea y regula. De todos, papá es el menos transparente, ahora le conozco los trucos, pero me llevó tiempito. Las últimas veces que lo veo pasa siempre más o menos igual, cuando estamos todos juntos en lo de la abuela, nos ponemos al día, nos reímos, hacemos chistes tontos y estiramos la sobremesa. A mi me invade una sobrenatural cara de orto indisimulable durante ese rato. Hablo poco y cuando hablo finjo una risita boba o dejo las frases sin terminar por prenderme a dar besos y abrazos. Me da mucha bronca, me saca, que papá monologue y tengamos que volver todos cuarenta años atrás porque el se quedó ahí. Pregunta cosas cortas y no da pelota a la respuesta, o escucha atento y al ratito olvida, o así parece. Hermano lo mira como miraba mi abuela una foto de Yrigoyen. Como si estuviera viendo al mismísimo Borges a Voltaire o a Maradona haciendo jueguito. Papá se da cuenta de que yo estoy ajena, pero no me pregunta nada porque sabe que si me pincha salto. Medio haciéndose el tonto propone una actividad que sabe que sólo yo haré con él y arrancamos viaje. Esta vez salimos a caminar. Empezamos a hablar de la sociedad, del mundo, de la familia, me cruza la mano por detrás de la espalda y me pregunta si tengo novio o algo. Le contesto que no, que como siempre, que la mayor parte de mi vida en Buenos Aires la pasé bien con bonitos, pero sólo hubo dos o tres historias posta. Que soy un poco compliquete, que no hay mucha demanda de Lu, que los pendejos son medio pavotes y los grandes están medio en otra etapa. O que nada de eso, y simplemente no se ha dado. Varias veces estuve con chicos que estaban con alguien, fui la amante, la otra. No le dije, pero si le hubiera dicho hubiera entendido más, creo.
Después me pide que le muestre algo de lo que escribo, se queda en silencio, dice que es muy bello, respira hondo, camina un poco y se sienta. Hablamos de cualquier cosa hasta que llegamos a las finanzas. Intento que vuelva productiva su guita, que cambie los anteojos, las zapatillas, que no es un gesto capitalista sino de salud, y a veces me hace caso. Le muestro los apuntes de la facu, y me pregunta los nombres de todos los profesores hasta que conoce a alguno que le nombro, y lo elogia un raaato y cuenta cosas que vivió junto a él.
Al final se queda suspendido un momento en algo que nunca dirá, que le ocurre dentro, íntimo; con cara nostalgiosita… Y decididamente para molestarlo le digo: qué pensás? Empieza a decir que tiene hijos hermosos que hacen cosas hermosas en este mundo tan corrompido, que no cree en dios ni en nada pero algo habrá y que sin duda tu madre ha hecho las cosas excelente, y lo abuelos, y yo que he faltado tanto, pero bueno, lo que se hizo mal para atrás no se puede cambiar para adelante. No se da cuenta, pero siempre siempre usa las mismas, exactas palabras. A mí desde la segunda cuadra que caminamos ya se me fue la cara de orto, porque noté que se dio cuenta que necesita darme una vuelta de cuerda más que a hermano porque soy su nena.
Es un amor muy de paisaje vivo, muy hondo de aljibe pero lleno de luz no de agua, el que siento por papá mamá y hermano.

4 comentarios:

paulenka dijo...

esto es precioso, nena. sentí que hablabas de mi padre... otra vez!

Lucía dijo...

Gracias che, qué liiindo lo que decís. Y bué, una de las dos tendrá algo de fotocopieril, quizá yo, jeje.

Mata dijo...

Casi me pongo a llorar, y eso es decir muchísimo.

Lucía dijo...

Graaacias Mata, hay que escribir de la familia a veces, es cierto che, je.