¨Habituada a la calma, su espíritu deseaba lo contrario, lo accidentado. Si le gustaba el mar era por sus tempestades, y el verdor sólo le interesaba en torno a las ruinas. Necesitaba poder sacar de las cosas una especie de provecho personal; rechazaba como inútil todo aquello que no iba destinado inmediatamente al consumo de su corazón, por cuanto, de temperamento más sentimental que artístico, buscaba emociones y no paisajes.¨
Madame Bovary, Gustave Flaubert.
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