Todos los objetos, individuales o colectivos son, aunque en diversa medida, frustrantes, y la probabilidad de frustración es tanto mayor, cuanto mayor es la dependencia respecto al objeto. Por ello las relaciones sociales muy asimétricas generan alternativamente intensos rechazos como sumisiones conformistas. Por lo tanto el sujeto se ve obligado a investir agresivamente a aquellos objetos que son gratificantes y frustrantes al mismo tiempo. Esto es la ambivalencia. Cuando un objeto individual o colectivo tiene enorme importancia para el sujeto, el grado de tolerancia de la ambivalencia se vuelve más bajo. Hay una búsqueda de reducción de tal ambivalencia mediante mecanismos defensivos que ayudarían a manejarla. El primero es la posición depresiva, donde se conservan los propios objetos de amor libres de ambivalencia, inhibiendo la agresión sobre ellos y descargándola sobre sí mismo. El mecanismo depresivo, al no eliminar la ambivalencia, sino que la desplaza del objeto de amor a sí mismo, no elimina el sufrimiento y no puede mantenerse.
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